La muerte: un viaje a los dominios de Osiris
Cuando la vida terrenal se extinguía, comenzaba una serie de cuidadosos rituales para permitir que el cuerpo y su espíritu se reunieran de nuevo y la persona muerta volviera a la vida en el más allá.
Los antiguos egipcios, al igual que muchos creyentes de todo el mundo hoy día, no creían que la muerte fuera el final de la existencia, sino el inicio de una vida eterna. Hombres y mujeres cerraban los ojos en la Tierra para abrirlos en los campos de Ialu (un lugar donde iban a parar las almas tras abandonar el cuerpo), en los dominios de Osiris.

Tres cabezas de momias egipcias.
En los dominios de Osiris, el dios del inframundo, no existen el dolor ni la enfermedad. El agua alimenta una tierra fértil y generosa, que no depende ya del capricho del dios Hapi ni por lo tanto de las crecidas de un río.
Sin embargo, a ese mundo no se podía entrar solo por haber muerto. Los vivos debían facilitar la entrada del difunto cumpliendo con una serie de rituales. Las momias que todos conocemos y que hemos incorporado a nuestra imaginación sobre el antiguo Egipto son la parte más visible de esos rituales. Sin embargo, son solamente una parte de ellos.
Antes del 3000 a.C., los egipcios enterraban a los muertos en la arena del desierto. La momificación se producía de forma natural, ya que la arena deshidrataba y conservaba los cuerpos.
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Palabras clave: Egipto, antigüedad, arquitectura, pirámides.